miércoles, 3 de septiembre de 2008

CAPITULO 11


EL ARBOL DE LA VIDA VERNÁCULO












Las chicas estaban dispuestas a todo.

Martita furiosa, trató de calmarse . Sentía la responsabilidad de sacarlas de esa trampa.

Encima Gardelia, parecía una boba que no reaccionaba; sus fuerzas no volverían tan pronto y eso era un problema. En su estado no era factible un escape a sangre y fuego.

A Marta se le hacía difícil pensar con el viento ululante de la sudestada y las voces amenazantes de los tipos, que ahora se escuchaba en los pasillos del edificio.

Algo debía ocurrírsele y pronto.

Las amigas en guardia, parecían soldados anhelantes de una orden. La que fuera.

Con la mirada concentrada en un punto cualquiera, trató de razonar la situación. Seguramente ya no contarían con los gomones doblados y escondidos en el sótano. A ésta altura estarían en poder de los lancheros; lo mismo que todas las pertenencias y provisiones para el viaje.

Las miró fugazmente a cada una y se dio cuenta que tampoco aceptarían entregarse. Por ende salir por la puerta sería lo mismo que mandar a las chicas a la muerte. Ninguna de ellas se dejaría atrapar con vida.

A ésta altura era inútil convencerlas de algún beneficio de deponer las armas.

Mientras consideraba las opciones, un pequeño golpeteo en la ventana fue creciendo.

Las ramas de un árbol de soja eran sacudidas cada vez con mayor violencia contra el costado del edificio.

Esto la distrajo y recordó que ese arbusto devenido en árbol mutado para aumentar el rinde por hectárea , era ahora por ausencia de carne vacuna, la base de la alimentación proteica para toda la población urbana.

Martita volvió a concentrarse en otras opciones: Podía entregar a Gardelia para garantizar el bienestar de todas. Lo pensó como una posibilidad e instantáneamente sintió que el corazón se le estrujaba.

¿Y si ella misma se ofrecía como única responsable para sufrir el castigo y así dejar a salvo a las demás? Esa era una buena solución... Pero, quien se haría cargo de cuidar a su amiga. Tampoco estaba segura de que las chicas sin la guía suya, saldrían adelante con sus vidas.

Luego de considerar otras opciones no viables se empezó a desesperar mientras veía como las ramas cargadas de porotos parecían animadas por algo más que la fuerza del viento y creyó ver en el movimiento una intencionalidad.

Entonces Martita se dejó invadir por una mentalidad mágica.

Abrió la ventana y pretendió entender que el árbol que ascendía más de veinte metros pegado al edificio, insistía en captar la atención de ella.

Instantáneamente comprobó que las ramas se estiraban por la fuerza del viento con tal elasticidad que rozaban no solo su edificio sino también los vecinos.

Sería arriesgado pero posible salir en la penumbra a pesar de la intensa lluvia y cruzar por los brazos cargados de porotos hasta el edificio lindante.

No lo volvió a pensar. Comunicó la decisión a las chicas para que se alistaran con sigilo.

Trajeron a Gardelia que apenas podía mantenerse en pie y le murmuraron el plan que apenas entendió por el estado en que se encontraba. Le prepararon unos arneses que la mantendría a salvo, mientras oyeron avanzar a los sujetos en la escalera interna del edificio.

- Vengan hijos de p..!- gritó Marta de es profeso, pegada a la puerta para demorar la irrupción de los brutos en la casa.

Acto seguido, las jóvenes se agolparon en la ventana y se dispusieron a descolgarse por el árbol.

Al resguardo de la oscuridad, una a una, se aferró al ramerio como si se tratase de un ser querido que hubiese venido al rescate.

Cuando fue el turno de Gardelia que era asistida por dos chicas, de repente dejó de llover.

Nadie se percató de la coincidencia y reptaron entre el abarrotamiento de hojas y porotos que les servían de camuflaje.

- Apaguen esa linterna- ordenó Martita- ¿Son taradas?- insistió separada unos metros del resto.

Las chicas repitieron la orden hacia atrás donde supuestamente alguna había cometido el descuido.

- Me escucharon?- insistió Marta más que molesta por el riesgo de ser delatadas por la luz tenue que persistía.

Se dejaron resbalar por los troncos mojados sin dificultad, en dirección del edificio vecino. Abajo se escuchaban los botes y lanchas golpeando sus bordas, abigarrados, esperando el asalto final a la vivienda que ellas habían abandonado.

Algo similar a una explosión seca reventó la puerta y le siguieron los gritos de intimidación.

Las chicas no se detuvieron a pesar de los insultos y maldiciones que provenían de todas las direcciones en la oscuridad completa.

Mejor dicho casi oscuridad, porque la frágil luz aún permanecía entre ellas.

Martita echa un demonio, pasó la orden de revisar las mochilas por si alguna bengala química se había roto. Y tampoco resultó.

Después de oír a las embarcaciones chocar entre saliendo en busca de las chicas, sobrevino el silencio. Ellas siguieron hasta llegar a la pared del otro edificio.

Marta buscó la ventana más próxima mientras con una mano desenfundó su arpón y con la otra se restregó los ojos porque no podía comprender el panorama que se le presentaba.

Varios chinos vestidos íntegramente de blanco, blandiendo pañuelos a modo de tregua, se persignaban y con gestos algo confusos, ofrecían ayuda.

Martita apuntó con precisión en la frente de uno de ellos pero dudó al ver la sumisión total de la futura víctima. Incluso parecía dispuesta al sacrificio.

Le llevó una eternidad de algunos segundos decidirse. Podía matar a varios en ese preciso momento pero la actitud de los hombres la desorientaron.

Una trampa, pensó. Y disparó al cuello de uno de los sujetos. Sin embargo la reacción no fue la esperada. Corrieron a un costado al mal herido e insistieron en ayudarla.

Marta, ahora sí desencajada, se rindió ante la actitud no violenta de los chinos. Y se volvió hacia las chicas para informarles que unos tipos las iban a rescatar.

Todas obedecieron y una a una fueron ayudadas a entrar al pasillo del edificio.

No podía entender los gestos ni las palabras que sonaban por demás amistosas, mientras uno de ellos intentaba refregar los restos de sangre del herido de muerte que habían evacuado.

Cuando estuvieron casi todas a salvo, los chinos evidenciaron que estaban más preocupadas por las dos o tres que faltaban. Entre ellas, Gardelia.

En ese mismo instante todos los hombres se abocaron a la tarea.

Martita se percató que junto con Gardelia ingresaba al corredor un resplandor vaporoso iluminando el ambiente, mientras varios de ellos se postraban orando y llorando en su idioma.

Gardelia no entendía nada. Martita, su mejor amiga, menos.

Lo único que pudo descifrar de un chino de empalagosa amabilidad y dudoso castellano, refiriéndose a si mismo:

- Ca-tó-lico... Pos-tólico... Ro-mántico.

Continuará.

miércoles, 4 de junio de 2008

CAPITULO 10


LAS MUDITAS














Martita, con sus amigas habían organizado la salida de la ciudad.

Gardelia apenas conocía las actividades del grupo aunque había recibido numerosas invitaciones de su amiga para integrarse.

No podían quedarse más tiempo y tenían planeado mudarse al interior, a una casa abandonada por un familiar de una de ellas en Córdoba.

- La vamos a llevar aunque no quiera- arriesgaba una de las chicas

- Yo no se si va a venir?- dudó Martita que la conocía muy bien.

- No la podemos dejar sola. La van a matar.

- Si, ya sé. Pero la única manera de convencerla es dopándola.- dijo Martita para graficar la situación

. Y bueno, yo tengo algo que va a servir.

- Qué – desconfió de la arriesgada sugerencia.

- Tengo coca cola con ruda macho y toronjil y sino hinojo con moscato y huevo.

- Tas loca, nena. Tomátelo vos.

Una mega sudestada hacía temblar las ventanas. Las chicas relajadas por un rato, observaban el espectáculo con nostalgia final. Buenos Aires o Buenas Aguas, como ellas la habían rebautizado, las despedía con su mejor temporal.

Durante semanas habían planificado la partida acopiando pertrechos, medicamentos, latas de conserva y algo de dinero. Todo provisto de manera non sancta.

A raíz de esto eran buscadas por la mayoría de los lancheros del Abasto, Once y Almagro.

En una redada meses atrás, una de ellas había sido violada y asesinada sin contemplación, no sin antes haber ofrecido una felina resistencia que le costó los genitales a un conocido gondolieri porteño que fue rebautizado “il castrati”. El infeliz , otrora cantor de tangos al mejor estilo Julio Sosa, ahora por el cambio accidental de registro ,interpretaba la obra completa de Agustin Magaldi.

Las chicas juraron venganza y no se habló más del asunto; ni siquiera entre ellas.

Bastaba la silente anotación en una de las paredes del departamento donde las tachaduras progresivas e inexorables sobre una hilera de rayas verticales iban dando cuenta de cada uno de los tipos que habían participado del infame crimen de la compañera.

Aunque aparecían los cadáveres sin poder asegurar quien era el responsable de los decesos, todos sospechaban del singular grupo de amigas que había pasado a la clandestinidad.

Adolescentes muy reservadas, apenas en relación con varones de su misma edad; taciturnas, de miradas torvas, y movimientos precisos.

El barrio las conocía por el mote que mejor las describía: Las muditas.

Pero Gardelia no quería involucrarse a pesar de la insistencia de Martita. Intentaba llevar una vida “normal”.

-La vamos a tener que llevar como sea, y mas si está embarazada- fue categórica una de ellas.

Martita insistía en respetar la decisión de su mejor amiga:

- No estamos seguros de que lo esté. Y no la voy a llevar a la fuerza.

-Quien la va a proteger cuando nos vayamos?- preguntó otra.

- Es un problema.- medito Marta- No sé por qué diablos la están buscando los chinos.

- Se debe haber mandado un moco importante- aseveró alguien.

- No creo. Ella lo que menos quiere es meterse en quilombos- la defendió.

Las chicas coincidieron que había que apurarse.

Todas en silencio revisaron sus equipos y cargaron sus mochilas para volver al comedor donde repasarían el plano que estaba abierto sobre la mesa.

- Nos vamos a separar en tres grupos - dijo Martita- El primer gomón va a estar a 20 cuadras del segundo y el tercero a igual distancia . En cuanto se alcance cada lugar acordado vamos a usar éste aparato para comunicarnos y asegurarnos que el camino está despejado.

- Cómo funciona?- preguntó alguien.

- Así- prosiguió simulando hundir una especie de pequeño megáfono blanco bajo el agua- Sumergís la bocina y hablás por el micrófono que está unido por el cable.

- Nadie va a escucharnos?

- Nadie. Nuestras voces se transmitirán a distancia bajo el agua y solo podrán percibirlas los amplificadores de éstos aparatos. Revisen si están funcionando.

- A donde van?- La voz provenía de afuera del grupo encimado sobre la mesa. Al girar se encontraron con la silueta vacilante de Gardelia apenas aferrada a la puerta.

Varias corrieron a sostenerla:

- Nena, que haces levantada!

- Se iban sin mí- susurró debil

- No seas boluda. Cómo te íbamos a dejar-

- Y a dónde van?- se esforzó por entender.

- Nos vamos- aseveró Martita- Vos quedate tranquila y confía en nosotras.

Gardelia firmemente sostenida por sus pares no podía mantenerse en pie, y mucho menos cuestionar nada.

- Cámbienla. Se viene con nosotros- decidió finalmente su amiga de siempre.

Gardelia sin oponer resistencia se dejó preparar por las chicas.

- Voy a ir a tu casa a buscarte un poco de ropa.- dijo una de ellas.

- Es el 5º D. La llave está escondida sobre el marco de la puerta.- le confió Gardelia.

Mientras la muchacha salía con el mandado, Martita continuó en la mesa con el plano:

- Vamos a salir por Juan B Justo hacia el oeste. Una vez en general Paz tenemos que distraer al único control de prefectura. Ahí vos, Chola, vas a soltar a tus mascotas. Tienen suficiente hambre?

Chola, de aspecto un tanto desprolijo y francamente sucia asintió mientras le brillaban los ojitos imaginando el banquete que le proporcionaría a sus criaturas: Escuerzos criados con carne humana que se ocupaba de conseguir a escondidas.

- Decía, vamos a cruzar a la provincia y desde ahí vamos a tener que ir reponiendo el combustible donde podamos...

Un golpe en la puerta hizo crispar a todas y como acto reflejo se abalanzaron sobre las armas. Simultáneamente se escucho una voz desde el exterior: “ Chicas, están rodeadas. Sabemos que tienen a Gardelia... Si la entregan , las dejamos ir”

- Son los hijos de p de los lancheros que nos vendieron a los chinos- constató una de ellas que se asomó con cuidado.

Otro golpe insistente y violento en la puerta las encrespó aún más y

apuntando los arpones, la abrieron con cuidado. Era la muchacha que había salido en busca de las cosas de Gardelia quien se desmoronaba con el rostro lleno de cortes y hematomas producto de una golpiza.

- Basuras!- tronó Martita- No saben de lo que somos capaces...

continuará

miércoles, 23 de abril de 2008

CAPITULO 9


UNA VISION













Gardelia deambulaba en ningún mundo. Un espacio sin límites, sin formas. Apenas sostenida por una frágil conciencia de si misma a la que se aferraba como única esperanza.

Sin noción de tiempo solo restaba esperar que el tiempo volviera a ponerse en marcha. Sin desesperarse y sin intelecto que pudiera preguntar hasta cuándo.

Una espera que podría ser la espera final, la sobrecogía y permaneció acurrucada en su ser, al borde de un abismo negro de espanto, tratando de no sucumbir ante la nada.

Poco a poco como en un amanecer, la claridad empezó a descorrer los telones de lo ignoto dejando visible una bóveda temblorosa de estrellas.

De entre millares, una parecía mayor. Y no solo eso. La más fulgurante descendía a una velocidad incalculable hasta convertirse en la figura esplendente de una mujer.

Tal visión la abrumó.

Era alguien desconocida y a la vez más que familiar. Con una expresión tal, que podía pulverizar aún lo más temido.

Gardelia gimió ante la visión provista de una autoridad que nunca había conocido y de una realidad mayor que la realidad misma.

Esa presencia envuelta en luz parecía con el poder de penetrarla hasta en el rincón más íntimo.

El rostro beatífico se aproximó finalmente y le ordenó sin palabras a que Gardelia abriera sus brazos y recibiera un precioso encargo.

Envuelto en halos de resplandescencia, un niño le sonreía como si la conociese desde el principio de los tiempos.

Gardelia rompió en un llanto incontenible que la hizo cruzar el umbral a éste mundo.

- Quedate tranquila. Estás con nosotras- la consoló Martita junto a sus amigas.

Sin dejar de llorar, Gardelia trató de retomar el control de si misma.

- Donde estoy?-

- Estamos en la casa de una de las chicas. No te preocupés.- le contestaron.

- Y hace cuanto?- quiso saber.

- Tuviste suerte que una de las chicas te viera colgando de la cornisa del Abasto... Te escondimos acá hace tres días y esperamos a que reaccionaras.

Trató de incorporarse pero los músculos no respondieron.

- Qué me pasó?

- Decime vos, boluda. Qué estabas haciendo en el techo, en el medio de los rayos?.- respondió Martita con fastidio.

Ahí recordó el fogonazo y nada más.

- Vi a la virgen- dijo aún bajo los efectos de la visión.

- Qué?-

- Y a un bebe-

Todas las amigas se arremolinaron sobre Gardelia.

- Estás embarazada?- preguntó Martita más que seria.

- No nena.

- Y de hablás entonces?

- Vi a la virgen- ratificó como si se tratara de lo más natural del mundo.

- Si vos nunca creíste- retrucó su amiga que la conocía bien.

Gardelia confrontó en su mente lo que le recordaba Marta y se dio cuenta de que era verdad. Nunca había pisado una iglesia. Ni siquiera la habían bautizado. Sin embargo la fuerza incontrastable de lo vivido minutos antes, tenía su propio peso.

Trató de girar sobre su costado para refugiarse en su espacio interior y huir del acoso de las chicas.

- Déjenla tranquila- ordenó su amiga.- Descansá Gardi, después charlamos.

Martita ordenó que abandonaran la habitación y le acomodó la frazada que la cubría.

Le dio un beso y apagó la luz.

Cerró con cuidado la puerta, pero un instante después volvió en la penumbra con una pregunta extraña.

- Nena, de donde sacaste ese perfume nuevo?-

- Me estás cargando. Me siento resucia- contestó Gardelia con fastidio.- Por qué preguntás esa pelotudes?

- Porque desde que te trajimos hay una baranda a rosas insoportable.

Continuará

sábado, 29 de marzo de 2008

CAPITULO 8


LA TORMENTA













El viejo desenterró de las profundidades del pecho, su voz:

-Querida Gardelia, lamento que te hayas involucrado en todo esto…Algo te habrá contado Carlitos.

- Si-

- Te agradezco que lo hayas salvado, pero éste asunto no termina acá…

Don Vicente se tomó su tiempo y armó un cigarro de soja.

- Carlitos, estás bien?.

- Si, señor.- contestó como si lo conociera de antes, lo que incomodó a Gardelia porque parecía que todos menos ella, sabían algo.

- Es una chica increíble- continuó el muchacho mientras los ojitos le brillaban y el pecho se le henchía de entusiasmo - es una chica increíble...- y sin solución de continuidad, disparó:

“El día que me quieeeeraaaas...”

Apenas un breve gesto de Vicente sirvió para acallarlo.

- Querés uno?- el anciano le ofreció a Gardelia la bolsita con el poroto texturizado para que armara su propio cigarrillo.

- No, gracias.

Ella había dejado hacía tiempo. Tanta proteína la engordaba.

A pesar de la parsimonia del viejo, sus ojos parecían irradiar en la penumbra una extraña cognición.

No era el Don Vicente habitual, encorvado, por momentos malhumorado, de pocas pulgas. Aún sentado en la mecedora curvilínea lucía erguido y con tal presencia, que todos los objetos del local parecían expectantes a una señal suya.

El humo blanco era lo único que se revelaba a tanta quietud. El hilo ascendía rodeando las cosas y a los personajes para difuminarse en una niebla a la altura de las arañas de bronce.

Ella fascinada por la atmósfera, se sobresaltó cuando creyó ver sobre la cabeza de su patrón un aura azul.

- Ay, la p´ que lo parió.-

- Qué te pasa Gardelia- preguntó el anciano.

- No, nada.- se restregó los ojos- Estoy un poco cansada.

- Entiendo…- le palmeó la cabeza y hermético, suspiró- …El destino lo ha querido así…-.

Al instante siguiente como si el anciano de siempre hubiera retornado, la miró con ternura y le preguntó:

- Serías capaz de confiar en algo que voy a pedirte?-

Ella asintió sin reflexionar pero desde su interior, como el eco en una montaña, afloró la certeza de un peligro.

- Necesito que te cases con Carlitos.

- Quéeee…?- no pudo evitar el grito de espanto.

- Es la única forma para que puedan escaparse del país y regresar a Oriente.

Gardelia apenas podía creer lo que escuchaba.

- Tu instinto a salvado a Carlitos no por casualidad. Tienen que llevarse con ustedes a alguien que corre un riesgo mayor aún.

Afuera del edificio una tormenta descomunal se desplomaba sobre Buenos Aires. Truenos, igual que un repique de timbales, inundaban el espacio ahogando todo intento por seguir con la conversación.

Don Vicente tomó a Gardelia de los hombros para acercarla. Ella sentía que el hombre la sujetaba con cuidado, pero firmemente, para revelarle más detalles que no quería escuchar.

Un estruendo hizo temblar el piso y entrechocar caireles y cristales.

El anciano soltó por un momento a la muchacha para abarajar un jarrón costoso de un pedestal tambaleante. Gardelia, aprovechó la circunstancia.

El Sapo, atento a la maniobra, alcanzó a sujetarla de un brazo pero el grito de Vicente sonó como un trueno más:

- Soltala!-

La joven zigzagueó entre los muebles ante la vista serena del anciano.

-No te preocupes, no puede ir lejos … Va a tener que regresar con nosotros .

Por las rajaduras del edificio, producto del deterioro, incontables rayos se escurrían electrificando el hormigón.

Como culebras de muerte y luz, las descargas surcaban kilómetros de hierros en el corazón de la “catedral” hasta alcanzar a sus víctimas.

Gardelia conocía éstas tormentas cada vez más asiduas y en un solo lugar podía permanecer a salvo de la inclemencia del tiempo y ahora también, de los hombres:

El techo del edificio.

La repentina noche y un corte general de energía, le facilitaron el escape.

Hizo equilibrio entre las molduras de las cornisas hasta los arcos de cemento. Desde allí se encaminó hasta el cielorraso donde entraba por una rotura, una catarata de lluvia.

Antes de cruzar el fuerte chorro, un fulgor terrorífico con el consecuente estampido la hicieron dudar, pero recordó que en el exterior estaría más segura.

Corrió descalza sobre los baldosones de vidrio mientras soportaba en su espalda los cortinados de agua.

Se detuvo justo en el centro del edificio y permaneció en cuclillas, abrazando sus piernas, con su traje de neoprene como única protección contra la furia de los rayos.

Imaginó que el techo curvo era el lomo gigante de un animal agazapado que la protegería de tantas amenazas.

En el rostro vuelto hacia el cielo no distinguía entre sus lágrimas y las gotas que repiqueteaban en su cara.

Desafiaba con su angustia a la tormenta para que respondiera o la matara.

¿Por qué estaba tan sola? ¿Por qué era tan extraño el mundo y los que la rodeaban? ¿Por qué ese impulso repentino de proteger a un extraño? ¿Quién era Don Vicente y por qué le pedía que salvara a alguien más que no conocía?.

La impotencia fue tornándose en ira y comenzó a dar saltos con el afán de alcanzar inútilmente el núcleo de la tormenta.

Un fogonazo fue lo último que percibió. A partir de ese momento las oscuridad se apoderó de todo su ser.

(Continuará)

martes, 22 de enero de 2008

CAPITULO 7


HUYENDO CON EL “SAPO”












Gardelia perdió interés en el muchacho al saber que era estéril. Sin embargo el sentimiento de protegerlo seguía intacto. Se preguntaba si eso era instinto maternal.

No importaba demasiado. Su pellejo también estaba en peligro y la supervivencia no daba tiempo para el análisis.

El “sapo” que no entendía un pito del asunto de la clonación escuchaba con recelo animal.

-Qué vamos a hacer piba?- preguntó el hombre rana.

- No sé… A mi casa no podemos ir. Ya sabrán adonde vivo.

-Y por qué te hacés cargo de éste tipo?

Gardelia fingió no haberlo escuchado. No tenía respuesta.

- Decime Sapo, conocés algún lugar para borrarnos del quilombo por unas horas?

- Si , pero ustedes no tienen equipo-

- Hay que nadar?

- Si varios metros, acá abajo.

Gardelia siempre había intuido que el viejo shopping, “la catedral” como ella le decía, guardaba mayores secretos.

Se quedó mordiéndose las uñas tratando de pensar quien podría ayudarlos.

-El viejo tiene guardados unos trajes- sugirió el hombre engomado.

- Qué viejo?

- Don Vicente-

- En el negocio?

- Sí.

- Pero no tengo la llave.

- No importa. Hay una manera de entrar.

El “sapo” entusiasmado como un chico encendió su linterna y se precipitó sobre una escotilla obligando a los jóvenes a seguirlo por escalinatas y tubos de ventilación interminables.

El kimono de Gardelia hecho jirones y el esmoquin irreconocible de Carlitos se enredaban en las puntas metálicas de los orificios.

Ella fastidiada por el desaliño y el calor, mataba a mano limpia toda clase de alimañas que se cruzaban reclamando su territorio, mientras el muchacho que iba detrás, protegido, solo murmuraba cada tanto “¡Que ircerdio!”

Un chirrido los paralizó.

El sapo hizo un ademán para que los chicos se acercaran.

- No se asusten. Es “Vagó”, si no lo miran fijo no hay problemas- aseguró, como si la breve explicación bastara.

Mientras se encolumnaban en cuatro patas otro potente chillido, desconocido para Gardelia, la hizo desenfundar.

El Sapo con gestos trató de calmarla pero el instinto ingobernable de Gardelia le hizo mantener el arma en alto.

En una bifurcación del tramo, el guía del trío sudando más de lo habitual giró hacia el lugar equivocado.

Allí estaba, a escasos metros, “Vagó” un ratón de cincuenta kilos entretenido en la masticación de un bicho que había cazado, mientras miraba a los intrusos con ojos redondos y desalmados.

Tenía un collar de seguimiento con su nombre en letras negras y el pelo a pesar de la escasa luz, brillaba saludable y acicalado.

Gardelia apuntó para tirarle pero el manotazo salvador del Sapo evitó la muerte del animal que aprovechó para huir entre las sombras.

- Pará che…Pará… A ver si lo tengo que garpar yo- Gardelia no comprendía- Ese animal vale un huevo. Se lo compraron a un laboratorio norteamericano para que limpie el bicherío.

Gardelia erizada de punta a punta, trató de calmarse mientras Carlitos yacía desmayado a sus espaldas.

- Vamos Carlos- volvió a sacudirlo una vez más.

El apenas entreabriendo los párpados farfulló:

-“… y un gato de porcelana para que maúlle el amor…”

-Vamos nene, no boludees- insistió Gardelia sacudiendo lo que quedaba de ambas solapas.

Repuestos, siguieron adelante con el temor latente de cruzarse de nuevo con el abuelo de todos los roedores hasta que por fin el Sapo levantó una tapa de madera y asomaron los tres, del interior de un arcón antiguo, en el local de antigüedades.

-Llegan tarde.

Gardelia en la penumbra reconoció la voz de su patrón y el crujido provocado por el vaivén de su mecedora predilecta.

-Nos esperaba?

-Por supuesto.

La voz del viejo no era la habitual. Traslucía en el decir un misterio.

-Sabe para qué vinimos?- insistió asombrada Gardelia.

- Si. Sobre la camita del fondo están los trajes.

El tono de voz calmo y profundo de Don Vicente le otorgaba una autoridad diferente.

Pasaron con Carlitos a la trastienda mientras el Sapo se quedó como un soldado fiel parado junto al viejo.

Mientras se desvestía frente al candelabro con una escasa vela, su perfil, como una luna menguante, reflejaba la blancura de sus contornos para Carlitos que no acertaba a desabrocharse ni un botón.

- Qué te pasa? Nunca viste una mujer desnuda?... – enseguida reflexionó irónica- Claro…A vos nunca te dieron la teta.

Carlitos abochornado bajó la vista y se cambio en silencio.

Gardelia ya lista esperó que su improvisado compañero de aventuras terminara de cambiarse mientras le advertía que no se apoyara en la vitrina de relojes apilados.

Sus nervios dijeron basta y apenas sentada en el borde de la cama cayó en un breve pero profundo sueño:

Se vio caminando descalza en una playa y cada vez que las olas volvían al mar, dejaban al descubierto sobre la arena, esferas planas de vidrio y metal plateado que Gardelia iba recogiendo y echando en un saco de cuero. Eran relojes de bolsillo antiguos con sus tapas filigranadas y cuadrantes con números romanos sobre porcelana.

Una marea semejante a una cresta roja, asomaba en el horizonte.

Mientras caminaba entre los preciados objetos que exhibían oro y piedras en tapas y contratapas, aparecieron con cada nueva ola serpientes y peces deformes presagiando el fin de la bonanza.

Ahora le costaba separar su cosecha de los seres cada vez más aberrantes.

Una ola de sangre caliente se abalanzó sobre ella y el sofocón fue inevitable, justo en el momento que una larga silueta de anguila negra se interponía frente a ella.

-Cómo me queda?-quiso saber Carlitos con el nuevo modelo extra- holgado de goma.

Acalorada, Gardelia se despertó y lo apartó bruscamente para volver al frente del negocio.

- Ya está Don Vicente. Estamos listos.

El viejo que apenas se dejaba ver en la penumbra le ordenó:

- Sentate un momento querida Gardelia. Tenemos que aclarar lo que está sucediendo.

(Continuará)

miércoles, 26 de diciembre de 2007

CAPITULO 6

MI BUENOS AIRES QUERIDO



(Continuación)
El pequeño hidroavión los divisó en una de las terrazas. Desde el aparato las siluetas negras se disponían a lanzarse en la próxima pasada para cerrarles el paso.

El afán por proteger al muchacho le resultaba extraño a sí misma.

Gardelia no tenía tiempo de entender lo que pasaba afuera y menos qué acontecía en su interior.

Disparó el arma contra una vidriera y saltaron al interior de un local de personajes de cera donde buscaron camuflarse.

Al momento siguiente, gracias a la pericia de Gardelia, Carlitos ensayaba la mueca inmortal, enfundado en el traje y la galera del muñeco al que reemplazaba.

-Estás igualito- susurró ella acurrucada debajo de la pollera de la negra Mercedes Sosa.

Los ninjas pasaron corriendo frente al local pero uno se volvió sospechando al ver el vidrio roto del frente.

El pequeño hombrecito oteó cada rincón y recorrió el salón con movimientos gatunos mientras se activaban a su paso las grabaciones que contenían una frase célebre de cada personaje.

“ Y estaban vivos…?” oyó de una Susana Gimenez fajada, a lo que el chino no pudo evitar reaccionar con un estornudo.

“…no los voy a defraudar” el chino saltó para ponerse a salvo por si el muñeco terrorífico, no fuera de cera.

Cuando le tocó el turno a Carlitos la grabación comenzó a escucharse y el chino desconfiado, achicó aún más los ojos , ya achinados de por si.

Gardelia sintió que todo terminaría en ese mismo instante.

“ Miiiiii, Buenos Aires queriiiiiiiiiido, cuando yo te vuelvaaaaaaaveeeeer…”

El sujeto comprobó como si se tratara de un mecanismo, que el sonido no salía de la boca sonriente del mítico artista argentino.

El pequeño mercenario profirió un grito sordo y monosilábico que atrajo la presencia inmediata de otros compañeros.

Gardelia ya lista para disparar, contuvo la respiración previendo un final trágico para todos.

Pero el diminuto admirador solo quería una foto junto al zorzal criollo, y tras el breve trámite se alejaron.

- Soy ventrílocuo- explicó el muchacho jadeando a punto de desmayarse.

Gardelia lo sacudió de los hombros para continuar escapando.

Desenrolló una cuerda muy fina para hacer rappel y disparó varios niveles màs abajo. Ató la cuerda y con destreza compartió la caída con Carlitos para terminar en el estanque de las carpas.

Allí permanecieron tomando aire y sumergiéndose alternadamente entre los peces, mientras los ninjas corrían por los pasillos.

Una mano tomó el tobillo de Gardelia y la jaló hacia abajo quien a su vez, sujetó el pie de Carlitos para no perderlo.

Apenas conteniendo el poco aire inhalado fueron arrastrados varios metros por una tubería de drenaje del estanque.

Ella, al retorcerse sobre si misma para tratar de liberarse de la mano del captor se dio cuenta que se trataba de uno de los “sapos del abasto” quien en realidad los estaba poniendo a salvo.

El brutachon parecía no darse cuenta que los rescatados tenían que respirar, hasta que Gardelia se lo hizo saber con un mordisco.

El buzo abrió una compuerta y salieron despedidos con el chorro del conducto.

-Tás loca piba?... Así me agradecés?...

Ella hizo caso omiso a la reprimenda y se ocupó de arreglarse mientras el muchacho yacía inconsciente.

- Quién es el pendejo?... por qué tanto quilombo?- preguntó el “sapo” mientras lo daba vuelta para ver si podía reanimarlo .

Cuando lo reconoció, cayó sentado persignándose, como si hubiera visto un fantasma.

- Es Carlitos… es Carlitos…- balbuceó arrinconado como un chico, mientras Gardelia terminó de escurrirse un poco y se arrodilló frente al el rostro inconsciente para practicarle el boca a boca.

A pesar de la práctica con los maniquíes de reanimación se detuvo un instante tomando conciencia que sería la primera vez que sus labios se posarían en los de un hombre real , bah, un chico.

Trató de prestar atención. Francamente le interesaba más ésta sensación nueva, que si salvaba o no al muchacho.

Y, nada. Los gajos mórbidos de la boca le devolvieron un poco de gusto a sal, un leve olor a ajo de algún menú típico oriental y nada más.

Entonces soplo una vez, dos veces, tres veces. En intervalos regulares , tal como correspondía en éstos casos. Y nada.

Volvió a intentar una, dos, tres. Y nada.

El chico no reaccionaba.

Hasta que en un estertóreo regresar de la nada Carlitos se incorporó y cantó:

-Miiiiiiiii buenosaaaaires queriiiiiiiiiiidoooo. Cuando yo te vuelvaaaaaa veeeeeeer- y abrazó emocionado a Gardelia mientras el hombre enfundado en goma negra, rezaba y se persignaba. Rezaba y se persignaba.

- Por qué te quieren secuestrar- insistió conmovida por tanta expresión de afecto.

El la miró con dulzura, levantó las cejas hasta donde podía , sonrió con renovada identidad y tras un breve silencio simplemente le espetó:

- Porque soy Carlos… Carlos Gardel.

Gardelia lo miró como esperando que siguiera la explicación:

-Y?.

- Eso. Carlos Gardel.

-Y?.

- Soy el zorzal, el mudo, el que cada día canta mejor…

Cuando se disponía a arrancar a capella con otra melodía, Gardelia le cacheteó la nuca.

- Hey, pará. Estuvimos a punto de morirnos.- levantó la mano como para seguir cacheteándolo.

Carlitos de vuelta a la realidad por efecto del pequeño golpe trató de explicar:

- Soy parte de un programa experimental japonés de clonaciones selectivas. Me trajeron hasta acá para que conociera mis raíces, a mi pueblo tar adentro en mis entrañas, tar adentro en mi corazón…- Gardelia volvió a amagar un castañazo- Disculpame… Y así como yo, han clonado a cientos a partir de un pelo, de un hueso, hasta de las huellas dactilares aparentemente borradas en cualquier objeto personal del difunto.

- Y a quien más han clonado-

- Y, qué se yo. Son tantos…De acá por ejemplo San Martin.

Gardelia se tapó la boca:

- Me estás jodiendo.

- En serio. Y así lo mismo en varios países.-

-Y los chinos que quieren.

- Como no pueden acceder a los laboratorios, quieren secuestrar a los clonados para copiarlos en su país.

-Para qué-

- Ahora que son los más ricos del mundo, cada familia quiere pagar para tener a alguien notable. Y mejor si es occidental. Es un plan gestado desde el gobierno para que en lugar de dos hijos tengan uno y los que quieran, un clon.

-Y los clones pueden tener hijos?- preguntó Gardelia con urgencia inconsciente.

Carlitos bajó la cabeza y perdió todo el parecido con el bronce que sonríe.

-No.

( continuará)